jueves, 10 de junio de 2010

Jaime Torres. “La murga de los bolivianos”

Luis Rico Cantor entrevista a Jaime Torres Charanguista

Conocí a Jaime Torres en Erlangen, Alemania. Desde entonces, manteniendo distancia o buscando acercamiento, llevamos adelante una amistad que se reafirmó en una sentida noche de Mayo, en la zona de Irpavi de la ciudad de La Paz.


Luis Rico.- Cuéntame la historia de tu esfuerzo para poner el charango en escenarios argentinos. Jaime Torres.- Me alegra mucho que una persona del arte musical comprometido me haga la pregunta que un periodista pudiera hacerme, porque cobra mayor valor, porque somos nosotros mismos, los protagonistas, los que nos interesamos por saber un poco más, cómo han sido nuestras historias con las que estamos comprometidos con una causa común de identificación, porque detrás de la música, detrás del instrumento, está una persona. Yo soy un poco esa respuesta y viniendo de dónde yo vengo, de padres bolivianos. No solo de padres, sino de familia boliviana. Mi madre, una chola nacida accidentalmente en Calama con familia cochabambina, mi padre chuquisaqueño, hicieron que yo tuviera esta cosa que fue amasando el tiempo. Incentivado por mi padre, yo era componente de una murga llamada “La murga de los bolivianos” y cantábamos: Esta murga se formó Atrás de un piano Por eso le pusimos La murga de los bolivianos. En 1943 tuve conocimiento del instrumento cuando Don Mauro Núñez llegó a Buenos Aires. Sentí realmente una atracción por el instrumento. Don Mauro Núñez para mi fue la persona más importante y definitiva para poder aprender y aprehender lo que él manifestaba. El respeto al instrumento. Me gustaba lo que decía y hacía, pero yo, con el respeto que le tenía y le tengo, yo no quería imitarlo, yo tenía que hacer otra cosa. Había asumido un compromiso. Hacer música enrolada en el arte, fundamentalmente como un hecho social en el tiempo en que los hijos hablaban alemán y tocaban piano o violín que eran instrumentos bien vistos y causaba alegría en los padres emigrados de Alemania, increíble ¿no? Claro si los padres eran alemanes, los hijos debían hablar alemán ¿no? Nosotros nunca vimos esa misma alegría, ese orgullo, cuando un chico hablaba quéchua. Yo comencé grabando para Don Carlos Vega, famoso musicólogo en América Latina y te digo que la ficha técnica estaba escrita y decía: En Buenos Aires encontramos un bicho raro que tocó charango.

L.R.- Don Mauro te enseñó muchas cosas?

Jaime Torres.- Si. Sobre todo me enseñó la fidelidad al instrumento, mientras intentaba ser fiel al instrumento, era fiel a mi mismo, y con esto, yo podía mirar con orgullo los ojos de mis padres, los ojos de la gente, sin nada que esconder. La música, la llevé en el alma. Dejé mis estudios. Toda mi familia coincidía en opinión adversa, excepto mi padre que me dijo –Tienes que hacerlo bien- Yo hacía el esfuerzo en mis ratos libres del trabajo de carpintero bajo la mirada de mi padre. Me casé y mi mujer me dijo que debía tener cuidado. Yo no quería tocar en las peñas. No quería porque de alguna manera podía ser seguramente una cosa exótica risueña y sólo de acompañamiento. Ahora si puedo tocar en las peñas porque se que va haber un silencio para el charango. En 1948 vine a La Paz y me presenté en el primer Festival del Instituto del Cine. Eso era como tocar en el lugar de origen del instrumento ¿no? Me alegré. Por supuesto que me alegraba mi búsqueda para que el instrumento tuviera su propio espacio. Eso hacía por Don Mauro Núñez porque él para mi, fue fundamental.

L. R.- Piano y Charango con Ariel Ramírez.

Jaime Torres.- A mis 18 años conocí a Ariel Ramírez y acepté el trabajo con el piano de Ariel, trabajo que había que hacerlo en los teatros, a pesar de eso, siempre había una broma ¿no? Algunos comentaban:-Che mirá lo que toca. Pa´ mi que se le encogió la guitarra después de la lluvia- y se reían. Mientras tanto yo, trataba de mostrar ese personaje que yo quería representar como hombre andino, como hombre de la puna, del altiplano en el lugar que le correspondía. Volvimos a Bolivia con Ariel Ramírez. Recuerdo que hablamos con Jaime Ocampo Director de Phillips en Bolivia que comenta y me dice: Qué sorpresa podría darle a usted, porque usted es como si fuera nuestro ¿no? Yo le digo: ¿Por qué no lo buscan a Don Mauro Núñez? Y Ocampo pregunta: ¿Y quien es Mauro Núñez? Yo sé lo que cuesta ser artista en Bolivia, se lo que les ha costado a ustedes para que ahora el país tenga más identidad. Una Identidad más firme.

L.R.- Naciste en Buenos Aires?

Jaime Torres.- No. Nací en Tucumán y sabiendo que ese trabajo con Ariel Ramírez podía tener sólo por un tiempo, inmediatamente armamos un grupo con Uña Ramos Quenista argentino, Pepe Ramírez eminente músico boliviano

L.R.- A qué otros charanguistas conociste?

Jaime Torres.- Conocí a Tarateño Rojas, Antonio Pantoja. Don Mauro Núñez había conformado un grupo llamado “Pachamama” donde estaba Mario Rudón guitarrista orureño, Tito Veliz, también charanguista era parte de la gente que había quedado del grupo de Ima Sumac en Buenos Aires. Yo era parte de ellos, era la mascota del grupo, yo tenía que cantar, recitar, tocar charango y bailar con una pareja

L.R.- Conociste a William Ernesto Centellas?

Jaime Torres.- Si. Lo conocí en Buenos Aires. Vino a encontrarme. Le pedí que tocara. No quiso diciendo –Mira, otro día vamos a tocar-. Después fuimos grandes amigos. Lo estimé mucho, creo que fue un hombre que marcó mucha huella con su estilo de tocar.

L.R.- A Ernesto Cavour?

Jaime Torres.- Por supuesto, Ernesto fue uno de los primeros que conocí. Por supuesto que tengo el mayor de los respetos y creo que es un hombre que ha trabajado muchísimo por el instrumento

L.R.- Qué has sentido cuando Violeta Parra compone “Gracias a la vida” con charango?

Jaime Torres.- Conocí a Violeta Parra el año ´58 cuando fuimos a Chile. No voy a contar la anécdota porque hasta a mi me da vergüenza. Claro ella, una mujer grande Violeta me decía: ¡Puta que bonito que tocai! Y de dónde sois? ¿Eres boliviano? Yo era mucho más joven en ese momento y no me resultaba nada atractivo. Después en la noche fuimos y le escuché tocar charango uuuuuuu que desastre decía dentro de mi. Mirá vos la arrogancia de jovencito ¿no? La verdad yo dije:-La vocecita…pero cuando empezó a decir las cosas que decía…a los tres minutos era un gigante que estaba en el escenario. Digo con esto, lo irrespetuoso que fui yo con ella. ¡Pero que torpe, qué ordinario, que falta de sensibilidad la mía! Me acerqué y le dije -Qué linda su música-. Después me enteré que había emigrado a Europa y de su muerte.


Jaime Torres, maestro del charango, reconocido en miles de escenarios del mundo, ser humano que levanta la bandera de la cultura en el Tantanacuy. Con un fraternal abrazo nos despedimos pensando en el reencuentro.