sábado, 22 de junio de 2013

Entre espinas y cielo azul
Violeta Parra. 4 de octubre de 1917 - 5 de febrero de 1967
                                                                             Luís Rico 3 de Febrero 2013 
1967. Conocí a Violeta Parra cuando volví a La Paz una noche de Peña Naira en que estaban anunciados Los Jairas, conjunto musical compuesto por Ernesto Cavour, pícaro y talentoso vecino de Ch´ijini, Yayo Jofré que “aferrado” a su instrumento, con timbrada voz  inmortalizaba el yaraví de Juan Walparrimachi poeta indio hijo de Juana Azurduy, Julio Godoy eximio guitarrista dispuesto a amistades verdaderas, El Gringo Fávre (Fravré) talentoso flautista que después de encantar a los chilenos, vino (o escapó) a Bolivia embrujado por la quena, y  Alfredo Domínguez, nuestro arquero tupiceño que por consejo de Liber Forti  debía que dejar la pelota de fútbol y dedicarse plenamente a tocar su guitarra.
Mientras “Los Choclos”, un conjunto musical de sicuris compuesto por seres humanos de eterna vocación de servicio como son los lustrabotas calentaba al público, los parroquianos que no pudimos caber en el recinto, conversábamos en el patio enterándonos de la novedad artística, ideal para la “comidilla”: La presencia de una talentosa mujer que imponía su personalidad tocando la guitarra y cantando canciones interesantes que conmovían el corazón, pero que adolecía de una “falta de bonitéz aguda”.
El vino y la ph´asankalla abonaban el terreno para entender el tiempo que vivía Bolivia:
La dictadura del General René Barrientos O.
La presencia del Che que después de pasear en El Prado, almorzar en el restaurante Ely´s desaparece rumbo a la Higuera donde es capturado por Gary Prado Salmón, es asesinado por orden superior y vuelve a nacer. 
Una tarde, cuando Rudy Hendrich, animador-presentador de la Peña Naira es convocado al “nidito de amor” un cuartucho donde dormía, peleaba y se amaba la pareja, Violeta le expone la nueva canción recién compuesta: “Gracias a la vida”. Los bolivianos fuimos los primeros en entender la profundidad de esta canción cuando el cuartucho tenía la atmósfera pulcra de cualquier ciudad suiza y las telas, lienzos, hojas escritas por una mujer que hacía el esfuerzo de mostrarle su alma al mundo adverso de un compañero buscador de aventuras que escapaba del acoso de una mujer y que tenía la belleza en las entrañas.
1976. Tuve la oportunidad estar con Gilbert Favre en Ginebra Suiza, en 1983 con Isabel Parra y cantar en el concierto latinoamericano en el Lago Tiscapa de Nicaragua, en 1986 compartir un concierto en Zurich con Ángel Parra  confirmando que los chilenos tienen en Violeta Parra, una bandera de dignidad  y cultura.
Convocado por Oscar Marín, ser humano que tiene un cordón umbilical que termina bifurcado en Chiche y Bolivia, el pasado año 2012 y por tercera vez, estuve en Dydney Australia allá trabajamos esta canción que hoy  y en homenaje a Violeta Parra ofrecemos a quienes creen que la música es el instrumento para hermanar a los seres humanos de este planeta.

Autores: Oscar Marín (Chile) y Luís Rico (Bolivia)
En los jardines de la América del sur   
Abriendo surcos con su voz nació una flor  
Una violeta que entre espina y cielo azul                     
Cubrió la tierra con sus pétalos de amor.        

A su raíz profundamente se aferró                   
Brotaron versos perfumados de emoción        
Hermosos versos que en su viola los sembró
Y florecieron convertidos en canción.             

Canción de vida, de sonrisas y de llanto          
Cantada al ritmo que palpita el corazón                      
Canción profunda para todo ser humano         
Fuera el aliento, el sentido y la razón.  
   
Canción de alivio que le abraza en cuerpo y alma
Al que padece una pena, un dolor                   
Canción que hila, borda y pinta la esperanza
Canción que busca la justicia con valor.          
           
Gracias a la vida, que nos dio tu canto.