Después de golpes insistentes, dos sombras se juntan en la reja del cementerio.
-Buenas noches Don Mariano, deseo compartir con usted la noche de San Juan- le dijo al sepulturero.¡Lujo de invitado! Don Arturo Borda que, con una botella de vino y una lata de alcohol, venía a brindar por las almas. La pequeña fogata alimentada de cruces donde ya no se leía ni el nombre de los difuntos, alumbraba las siluetas de aquellos hombres que conversaban casi en silencio. A ratos rompían la noche con carcajadas proyectando sus sombras en la amplia pared del mausoleo de los ex combatientes de la guerra del Chaco.
Después de p´hichar todas las cruces que estaban a su alcance, el loco le dijo: -Tengo señalados el día y la hora en que la muerte vendrá a buscarme- No es tarde para que no me encuentre con los achaques de desvalido, tampoco temprano para que no me sorprenda en la plenitud de mis facultades.
Estaré esperando a la muerte con el trago más amargo para que sepa cuán amarga es la vida. No insista en saber la fecha porque las citas importantes son personales, por eso y con mucho respeto, le pido a usted me prepare una tumba ancha y profunda a la medida de mis deseos. ¡Quiero revolcarme de risa!, ¡hacer alboroto! cuando los ignorantes intenten explicar lo inexplicable del amor, del odio, de la vida y de la muerte. Cuando los niños quieran creer que sus tiernas madres los aman, esas que después de parir, los envuelven en un p´hullu para echarlos al río Choqueyapu. Quiero tener espacio para bailar como bailan los cholos con sus cholas enmixturadas de prestes dispuestas al jadeo alcoholizado, al golpe, a la sospecha vil, al arañazo, a la violación deseada, al arrepentimiento, al perdón, a la vergüenza de aguantar la vida con aquello que odias y que deseas que muera sabiendo que la vida y la muerte tienen el mismo fin: El olvido. Por eso le pido Don Mariano, una tumba ancha y profunda como La Pachamama. Con ella haré el amor cada primer viernes a las doce de la noche- ¡Salud! Y se bebieron el alcohol con agua de cedrón. -¡Ah! olvidaba decirle que si alguien viene a llorar, dígale que estoy agradecido, que abajo, sus penas alimentan las mías. Dígales que lloren sobre mi tumba, que la sal de su llanto, diluye mis pinturas para seguir pintando el Illimani. Don Mariano se quedó sentado mientras el loco se iba. ¡Quien sabe cómo salió del cementerio para bajar al Barrio de San Pedro donde encontró a Rolando Costa cantando un yaraví.
Trago al infinito
El cosmos es una copa
Llena de licor de plata
Donde traviesa galopa
La media luna pirata.
Hermano dame a beber
Para quitarme la pena
Que antes del amanecer
Conoceré mi condena.
Nunca lloro, nunca ruego
Alimenta mi dureza
Dame una copa de fuego
Y otra de fresca terneza.
Me preguntas qué delito
Es causa de mi cadena
Solo el deseo infinito
De amar su boca serena.
-Buenas noches Don Mariano, deseo compartir con usted la noche de San Juan- le dijo al sepulturero.¡Lujo de invitado! Don Arturo Borda que, con una botella de vino y una lata de alcohol, venía a brindar por las almas. La pequeña fogata alimentada de cruces donde ya no se leía ni el nombre de los difuntos, alumbraba las siluetas de aquellos hombres que conversaban casi en silencio. A ratos rompían la noche con carcajadas proyectando sus sombras en la amplia pared del mausoleo de los ex combatientes de la guerra del Chaco.
Después de p´hichar todas las cruces que estaban a su alcance, el loco le dijo: -Tengo señalados el día y la hora en que la muerte vendrá a buscarme- No es tarde para que no me encuentre con los achaques de desvalido, tampoco temprano para que no me sorprenda en la plenitud de mis facultades.
Estaré esperando a la muerte con el trago más amargo para que sepa cuán amarga es la vida. No insista en saber la fecha porque las citas importantes son personales, por eso y con mucho respeto, le pido a usted me prepare una tumba ancha y profunda a la medida de mis deseos. ¡Quiero revolcarme de risa!, ¡hacer alboroto! cuando los ignorantes intenten explicar lo inexplicable del amor, del odio, de la vida y de la muerte. Cuando los niños quieran creer que sus tiernas madres los aman, esas que después de parir, los envuelven en un p´hullu para echarlos al río Choqueyapu. Quiero tener espacio para bailar como bailan los cholos con sus cholas enmixturadas de prestes dispuestas al jadeo alcoholizado, al golpe, a la sospecha vil, al arañazo, a la violación deseada, al arrepentimiento, al perdón, a la vergüenza de aguantar la vida con aquello que odias y que deseas que muera sabiendo que la vida y la muerte tienen el mismo fin: El olvido. Por eso le pido Don Mariano, una tumba ancha y profunda como La Pachamama. Con ella haré el amor cada primer viernes a las doce de la noche- ¡Salud! Y se bebieron el alcohol con agua de cedrón. -¡Ah! olvidaba decirle que si alguien viene a llorar, dígale que estoy agradecido, que abajo, sus penas alimentan las mías. Dígales que lloren sobre mi tumba, que la sal de su llanto, diluye mis pinturas para seguir pintando el Illimani. Don Mariano se quedó sentado mientras el loco se iba. ¡Quien sabe cómo salió del cementerio para bajar al Barrio de San Pedro donde encontró a Rolando Costa cantando un yaraví.
Trago al infinito
El cosmos es una copa
Llena de licor de plata
Donde traviesa galopa
La media luna pirata.
Hermano dame a beber
Para quitarme la pena
Que antes del amanecer
Conoceré mi condena.
Nunca lloro, nunca ruego
Alimenta mi dureza
Dame una copa de fuego
Y otra de fresca terneza.
Me preguntas qué delito
Es causa de mi cadena
Solo el deseo infinito
De amar su boca serena.
2 comentarios:
Gracias, Amigo. Por compartir tus historias, por regalar tu sonrisa y por conservar, con lealtad envidiable, una amistad que hoy se halaga con la lectura de tu blog. ¡Ojala pudiese yo escribir como tú! Porque cantar... nadie canta como tú.
para jimmyvbo: ya pues, hermano, en buena onda: largá de una vez eso de andar jorobando en la blogosfera. Ni siquiera puedes escribir algo decente en una hoja de comentarios. Pareces marica. Pobre lucho rico!
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